jueves, 31 de octubre de 2013

# De esa clase de amor que solo un escritor sabe dar.

De algunas personas se sale encadenado de por vida, y quien no lo es de nacimiento, se vuelve poeta por dicha cadena.
El poeta es desierto, todo ruina y recuerdos, y el otoño no es más que un pariente lejano de la primavera, con bastante mala leche, y unos buenas días considerablemente tercos.

Si bien es cierto que el amor nunca se olvida, la tristeza nunca se muere, y es adictiva.
Y también es cierto que esta noche no me vas a dedicar una hora más. Ni si quiera un segundo más, porque sencilla, y monstruosamente...


no
estás.


Y mirar el espejo y acordarme de ti es otra forma de auto-lesión, como cualquier cosa que incluya intuirte.

Bohemia busca con quien beber té en la encimera y luego hacer el amor.
Se ofrece como musa triste con grave alergia al sol.
Advierte sobre su rencor a los relojes, y no escatima en detalles.
Se dibuja complicada y promete no dejar que tus días sean simples.

Hicimos nuestra propia Guerra Civil, y nadie nos pudo salvar, y tampoco nos enseñamos nunca la bandera blanca, por eso ahora cuando pienso que ya no sé quien eres y me descubro los brazos echándote de menos en toda su longitud, la vorágine que nace dentro del pecho me devora a mi por entera, y se acaba la función: Dejo de negarte, y me acepto como soy, triste y realista, de las que pasa de todo pero no deja de sentir, complicada y poeta, pero sobretodo un nudo de cadenas, que ya no sabe si quiere que vuelvas, pero que tiene claro que necesita esa clase de amor que solo un escritor sabe dar.

Bohemia busca escritor con quien escribir.
Se ofrece musa para ser explorada sin las manos.
Advierte su miedo a la oscuridad y su complejo a no ser suficiente nunca.
Se dibuja con un jaque mate en los labios, y promete inundarte el alma.
Y sigue buscando, cuando seguramente lo único que quiera, es ser encontrada.

-Ven a mi cama, que tengo los pies fríos y quiero jugar contigo-