domingo, 13 de abril de 2014

# Tú no tenías precio.

El amor ni se compra ni se vende, no es algo que pueda pagarse con dinero, ni con cualquier otra cosa, el amor es, simplemente.
Y sí, todos tenemos un precio, pero no todos estamos en venta.

Yo ya hipotequé mi vida en sonrisas, vendí todo lo que era por cumplir todos sus deseos de no cumpleaños, antes de que abriese la boca, ya estaba en sus manos, porque sabía lo que quería, sin que levantara siquiera los ojos del suelo.
Aposté por todo lo que no tenía asegurado y sin ases bajo la manga, a corazón descubierto, con la voz levantada y la cabeza bien alta.
Ya me partí el cuello pasando horas de pie bajo su terraza, ya me resfrié por darle mi chaqueta, ya me rajé los labios de tanto mordérmelos para no decirle tantas cosas como deseaba decirle porque sabía que no quería oírlas de mi voz. 
Yo ya estuve en su cajón de abrazos y le quité la ropa y fregué sus platos y saqué a su perro y acaricié su tristeza y besé su boca cuando se cayó patinando y ya falté a clase por abrazarla mientras lloraba en su casa y luego me recorrí la ciudad en 12 minutos para que mis padres no me pillaran, -que me pillaron-, que yo ya me sé los pasos que hay de su casa a la mía y las escaleras que hay de la tierra a su existencia.
Sonreí por su culo y perdí el culo por su sonrisa, no le regalé flores, pero porque no me dejó...
No le compré la Luna porque prefería salir al Sol a pasear, pero ya sabía que yo lo apagaba cuando quisiera si así lo necesitaba.
Y es que no importaba el frío cuando yo era quien acompañaba a casa sus ojos, porque nuestros besos no tenían horarios. Sabía que por mi, hubiera ido siempre de su mano.
Que ya jugué a los médicos en su cama, y me inventé historias para reír entre besos y polvos, que ya nos dormimos sin ropa y nos despertamos con su abuela en casa y tuve que salir corriendo.
Que sí joder, que ya le hice el amor y besé su cuerpo con toda la timidez del primer amor, que me aprendí su número de teléfono, y de lunares, y de miedos, y el shampoo que usaba y el orden de alimentos en su nevera, y dónde guardaba la correa del perro.

Los cuerpos ahora son moteles de paso, y destinatarios de tinta, qué tonto y qué insolente me resulta... Ahora es si "me han roto el corazón", dejo que cualquiera me rompa la ropa y me baje las bragas, y llamo putas a todas las que amó y amará porque no soy yo.
¿Nadie entiende que no hay motel, ni noche transcurrida en ellos que sea comparable a la sensación del hogar, y de dormir en él?; qué tontería y qué osadía usar tinta para desmerecer los recuerdos, bajarse las bragas para subirse el ego, lanzar flechas de desprecio cuando las de saliva duran más, ¿no?

Por eso ella era mi hogar,ella mi lienzo.
Ella mi país.

¿Cómo voy a ponerle precio a mi amor si se lo dí todo a ella?
Tanto que después no me quedó ni para mi.