sábado, 12 de abril de 2014

# Mensajes indirectos.

Éramos dos pelos castaños dejando que ese verano nos tostaran nuestros labios a besos,
y éramos todos esos problema adolescentes que se pueden tener a la vez,
éramos la vergüenza, la timidez, el arrojo y la falsa indolencia.
Fuimos de todo y nos conocimos en invierno, no pudo ser casualidad...
Fuimos las bromas con mi apellido y con las formas que odiaba que me llamaran,
"Señorita Serrador, acuda a caja por favor",
y yo acudía a la caja a comprarte esas bebidas que te gustaban tanto y que a mi tanto asco me daban,
aún tengo unas alas por beberme en la despensa enlatadas y seguramente caducadas.
Fuimos sexo y fuimos algo parecido al amor,
pero no me atrevo a llamarlo así porque en su momento no lo sentí.
Bueno, mentira.
Lo sentí, pero intermitentemente, y creo que eso no es amor.

¿Y qué si te digo que te tengo en frente y me matan las ganas de mirarte,
pero no me dejo hacerlo porque no quiero que salga la niña tonta que te quería?
¿Y qué si pienso en todas las canciones que te dediqué y luego tú reutilizaste?
¿Y qué si paso por la columna de nuestro primer beso prácticamente todos los días,
y ya no me acuerdo de cuál era, pero sí del beso?

No te imaginas, ni por un segundo, lo bonito que es acordarme de ti,
y, ni por un segundo, te podrías imaginar cómo dueles.
Y aquí estamos, mandando mensajes embotellados para ver si con un poco de suerte,
llegan a nuestros respectivos puertos y nos queremos, de nuevo.