sábado, 5 de abril de 2014

# Todo esto lo he escrito a partir de un "te odio":

Estoy pensando en cuánto te odio por no haberme querido y no me gusta,
porque tú para mi eras la persona, y no una más de cientos.
A veces pienso que jamás me voy a curar de tu enfermedad,
de tu nombre y de mi.

Es curioso cómo duele imaginarte queriendo a cualquier otra de la forma,
-de la única forma en la que siempre ansié que lo hicieras-,
-de la única forma en la que jamás te pediría que lo hicieras-,
porque tú sí puedes volver a querer como yo te quise,
pero yo todavía no he podido volver a ser yo.

Ya no me quiero, pero cuánto te quise...
Todavía no he salido del naufragio que me dejaste en el corazón,
y en la vida,
y cada vez
se me hacen
más cortas
las
frases.

Como la respiración.
Como las ganas,
de cualquier cosa,
si me acuerdo,
de ti.

Estoy cansada  de no quererte más,
de que no me hagas el amor,
y de que nunca quisieras hacérmelo,
de haberme enamorado de ti con todas las letras de la palabra
con todas las connotaciones y responsabilidades del verbo,
con todas las heridas que estaba dispuesta a hacerme por ti,
con todas las alegrías que estaba dispuesta a robarme
para dártelas,
a ti.

Pero tú siempre fuiste para mi o para conmigo como un pájaro,
libre,
como un cervatillo,
salvaje,
y no sé qué tiene, o qué me falta,
pero nunca deseaste mi lado de la cama,
ni mi lado izquierdo del pecho,
ni quedarte.

Y yo me arrancaba las alas para volverme tu nido...
Me convertía en estatua para merecer tu pedestal.
Me destrozada la vida para regalarte a ti mis rayos de sol,
en los días grises, -que aún no conocía-.
y que todavía no se han ido.

Lo que más duele es saber que nunca me has querido,
que me rompiste de tal forma que una parte de mi siempre te va a esperar,
y es una putada de las grandes, porque me destrozaste,
sin cura, sin posible reencarnación sin ir en tu busca,
que me rajaste la vida desde el pecho hasta los tobillos,
me la mataste; me mataste la energía, la fuerza, las ganas,
y la vida,
y lo peor,
es que tú, ni si quiera me hiciste sentir que tenía una.

Porque era tuya.

Y aquí estoy,
después de haber escrito todo esto,
pensando en romperme la piel con acero,
en el efecto catabólico,
en el ultimo beso que ni si quiera fue lícito.
Escuchando tu música,
imaginando tu pelo,
acordándome de aquella sonrisa
cuando me follaste
y sin saberlo
me terminaste de partir el corazón.

Así que a esto,
no le puedo llamar amor,
porque fue unidireccional,
y el punto de partida siempre fui yo.

Me volviste tabaco, droga dura y alcohol,
me volviste tristeza, odio hacia mi misma,
auto-destrucción.