miércoles, 16 de septiembre de 2015

# Los inmortales.

Eran dos suicidas inmortales, dos almas en pena de esas que el viento lleva de aquí para allá sin dejarlas bajar.

Se conocieron rondando el ochenta y dos en una reunión para gente con 'problemas'; él un chico malo enfadado con el mundo, ella, otra niña enfadada con él mundo y con problemaa alimenticios.
Tal vez fueron los huesos hambrientos de ella los que le llamaron a él, o quizás la falta fe amor de él la que la llamó a ella.

Él se tenia que duchar con agua de lluvia, decía que la otra no valía, que le producía alergia y que estaba poco húmeda.
Ella nunca le llegó a creer, pero quién querría discutir con esa clase de chico capaz de llenar mares a base de gritos al cielo. 

A veces le llenaba la bañera a cubos de lluvia y cuando estaba triste, también se metía en la bañera.

Le contó que la humedad le ablandaba el corazón, que a ella le gustaba el frío y la lluvia, con sus sonidos y silencios que se cuelan bien adentro, que resbalan, y te hacen temblar, que estaba acostumbrada a tener siempre una capa de escarcha sobre sus huesos, una costra helada que siempre estaba ahí. También le gustaba la nieve, a veces, se empachaba con ella y prometía no volver a comer más, pero ambos sabían que eso no era cierto.

No tenían destinado encontrarse, 
él siempre inmerso en océanos mentales, en aguas estancadas,
ella siempre enmarañada entres asteroides, agujeros negros y otros cuerpos celestes 
del techo de su habitación

Pero sucedió.

Y siguen de reunión en reunión 
cazando lluvia y comiendo nieve,
como si porque estuvieran muertos 
no pudieran seguir viviendo.