jueves, 15 de agosto de 2013

# Recuento de víveres.

¿En qué parte del camino tus pasos empezaros a distanciarse de la estela de mis besos?
Quizás nunca viniste a mis brazos, y fue mi soledad enajenada la que te supo mío, mientras eras de otra piel.
Siempre me preguntaba dónde podían estar posadas tus manos de hierro, cuando me tornaba cristal vendimiando estrellas en madrugadas frías.
En otro cuerpo, seguramente, en otro cuerpo...
Tus mentiras y ausencias me herían, pero me mantenían con vida... Fue algo raro, aunque siempre supimos que acabaría.

Quizás ahí fue cuando aprendí a saborear la nostalgia teniéndote conmigo, porque es evidente que no hay distancia más larga que la de unos ojos que no te miran, y entiende que me  cueste volver a creer en mi misma: No me gustan las prisas, y... No sé,  con las personas es difícil.

En resumen, soy simple, y no puedo ofrecerte más que un par de siglos mal contados, un amor incondicional y una aleatoria rutina mezclada con un arrojo suicida, además de mi inevitable manía de pensar que lo mejor siempre esté por llegar aunque el cielo esté negro, o aunque se vea la pared al final de callejón, porque bueno... Al fin y al cabo, como ya sabrás, rimo palabras, y eso es todo.