miércoles, 14 de agosto de 2013

# Nobody breaks my heart.

Creo que a veces la inutilidad del tiempo es tan relativa como el sentido de lo que estoy escribiendo, no sé, que no me pida nadie que entienda lo que digo, y mucho menos lo que hago.
Ni creo, ni pienso, ni posibles... Estoy harta de siempre lo mismo.

Hoy no quiero escribir mucho. No, porque escribir mucho sin motivos no termina bien, nada bien...
O puede que sí, que termine con una declaración de amor, o de intenciones, o una bandera blanca ondeando tu cabeza, yo qué sé, los dedos van solos y en realidad estoy escribiendo lo primero que se me pasa por la cabeza...

Joder, los besos con sabor a tabaco me gustaban tanto... Y lo dice quien se auto-destruye cada día un poquito más.
Eran tan bonitas las noches en las que con mirarme en tus ojos ya era tan feliz como una niña pequeña... Y suena a típico tópico, pero es cierto. En realidad, creo que nunca ha sido complicado hacerme feliz, en realidad... Es patéticamente sencillo hacerme feliz.
No pido milagros, nunca he visto uno. No creo en ellos.

Ni si quiera creo en mi de vez en cuándo, ¿qué me vais a exigir?

Creo que voy a dejar de escribir. Por hoy. Por esta noche sin estrellas que se ve desde mi ventana, porque esto no me es suficientemente bueno, porque puedo fingir sentirme bien, pero por dentro todo es guerras, todo es ruinas, todo tundra o desierto o yo qué coño sé... Ojalá todo fuera tan fácil como debajo del agua.

Pero como siempre, he vuelto a los ojalá, a los creo, a los no sé, a lo mismo de siempre, escribir hacia un vosotros que ni si quiera sé si me lee, mientras lo único que hago es plantearme preguntas de esas que nadie se hace, o que se hace todo el mundo, pero ¿y qué?, nadie va a venir a salvarme.

Nadie va a venir a romperme los espejos, ni a decirme debajo de las mantas y después de haber echado un polvo que soy guapa. No va a venir nadie a escuchar todas mis carencias, nadie va a soportar más de cinco minutos de mi, porque es lo que suele pasar, es lo que siempre me pasa: Que creo que soy tan patéticamente sencilla, y tan tristemente fácil de hacer feliz, que voy tan de dura y de independiente, que tengo la coraza tan putamente bien colocada y resistente, que cuando dejo que algo de dentro salga fuera, incluso me duele, y cuando veo que a los de fuera no les importa, se me aprieta un poco más al pecho.

Quiero romper con el mundo, pero no puedo, otra vez no, y no veas como jode sentirse encerrada dentro de un lugar al que sientes que no perteneces, con el que no tienes nada en común, pero ni imaginas cómo pesa eso de estar encerrado en uno mismo, y salir a la calle con la sonrisa bien alta y la autoestima falsa encendida.

Desayunar sola, comer sola, cenar sola. Y así con todo, pero no importa, en realidad todo lo que hago lo hago sola, y ha llegado un punto en el que me gusta, y en el que no sabría hacerlo con nadie más.

Y a lo mejor eso es un problema. Y no sé por qué digo a lo mejor, si en realidad es a lo peor.
Y bueno, ya nada importa realmente, han pasado muchas primaveras ya como para poder seguir quejándome por ello.
Nadie va a venir, y creo que lo tengo asimilado, porque estando solo todo el tiempo, uno aprende de si mismo, y yo he llegado a la conclusión de que nunca me va a llenar nada, siempre voy a tener un pequeño vacío ahí dentro, estaré contenta pero no seré feliz, me harán compañía, pero no me quitarán la soledad.
Por eso ya nadie rompe mi corazón, sólo me hacen daño, pero nadie lo rompe.
Nadie, excepto yo.

En fin, aquí está lloviendo por no llorar, y joder, yo hoy iba a escribir poco, ¿no? Así que creo que ya está, que ya he lanzado demasiadas estrellas fugaces de mi misma hoy, y las lágrimas de San Lorenzo fueron ayer...