Yo deseé con todo mi ser, y con cada ápice de vida que sucediera todo esto. El creer que sólo estábamos tú y yo, era la ecuación perfecta: La ecuación perfecta del número dos, tú y yo. Dos, un número impar para mi.
Era difícil calcular las pérdidas y las ganancias en una relación como la nuestra, y eso lo pensé desde el primer momento en el que celebraba nuestro primer beso. Lo que acababa de suceder, el comiendo de todo esto... Maldito Febrero el que me hizo enamorarme. Maldito Abril, que me ató a tus labios. Maldito Agosto que resucitó mis esperanzas para nada... Maldito Octubre, que me abandonó, y me hizo perderme en un camino para no volver a ser igual jamás.
Yo acepté llevar mi mochila llena del cemento de tus olvidos; acepté llevarte en mi cabeza, y créeme, cómo pesabas... Pero es que tus llamadas eran la banda sonora de mi calma, y tras todo eso, por un segundo me asusté al pensarlo, pero un segundo después ya me había acostumbrado a aquel escalofrío, a la punzada de amor y de conocimiento que nunca me abandonarían desde ese instante, después de tanto tiempo, a veces siento que he sentido demasiado, pero me vuelves a hacer feliz, con pequeños gestos, pequeñas cosas, y le doy otro significado a la palabra "vivir", pero recuerda siempre que no puedes culparme por mi autodestrucción, porque tú fuiste el motivo, y la excusa, para hacerme esto.
Y es que, me rompiste el corazón y los esquemas, y los poemas... Y desde ti, o desde sintigo, siempre me escribo triste y de esta forma, porque estando contigo y sin ti al mismo tiempo, sucedió: No sé el qué, algo, pero es así, y desde entonces, sé que nunca volveré a ser tan necia y ciegamente feliz, o simplemente feliz, a secas, viviré contenta, pero no seré feliz.
Estaré acompañada, por buenas personas, por quienes me querrán, pero nadie me quitará la soledad que tengo dentro.
Porque después de este tiempo, sigues siendo la droga que mejor me coloca, y mi irremediable debilidad: Sigo sin poder decirte que no a nada...
Y, aunque ya no te quiera con la cabeza la vida da muchas vueltas, y mi corazón a veces se queja, se revela contra el presente, y tonto como él solo, me recuerda que aún te apunta, que aún estás ahí.
Escondido tu nombre detrás de un par de heridas, tan bonito como siempre.
Porque querer con la cabeza, y querer con el corazón, son cosas muy distintas, y yo ya te lo dije, siempre te iba a querer un poquito más que el resto.