domingo, 17 de marzo de 2013

# Fuiste ave de paso.

Háblame de cualquier cosa, no importa qué, siempre estaré dispuesta a escucharte.
Cuéntame la sonrisa que se te escapa cuando rozas sus labios, y cuán grandes y oscuros son sus ojos, qué hacéis por las tardes, lo gracioso de su pelo y de su piel erizada... Qué películas habéis visto en el mismo sofá, los desayunos que os habéis preparado y las peleas tontas que habéis tenido.
Descríbeme uno por uno todos sus momentos carismáticos, el brillo de tus ojos mirándola dormir como si no hubiera un mañana ni un ayer que proteger, no escatimes en detalles que los quiero todos.
Dime qué se siente al poder darle la mano delante de todo el mundo, dime cómo se siente el dormir en su cama, y ducharse con el mismo agua, y a la vez.
No intentes ocultar tu orgullo, ni tu alegría, es lógico y humano cuando se tiene un motivo para ello compartiendo su vida contigo.
Duda un poco en describirme sus orgasmos, pero cuéntamelos igual, y también cómo coloca su mano sobre tu cadera con delicada medida, cómo su lengua por tu cuello, y cuán genial sus ojos en tu nuca.

Rebósame la memoria de imágenes, pues antes de que te amara a ti, y aunque quizás a ti más y mejor, estoy segura de que a mi... A mi me miró y me mantuvo a su lado como jamás hará con otra persona.

Estoy segura de que si... Si hubiera sido más como tú, si le hubiera cortado las alas, le hubiera restringido las palabras y las sonrisas, entones, hubiera sido mía para siempre, no habría escapado.
Pero sé también que de esa forma, no hubiera sido ella.
Así hubiera dejado de ser pájaro... Y yo... Yo la amaba como era, por completo, sin recortar ninguna parte de sí misma, como una avecilla surcando mi vida como si yo hubiera sido su cielo.

Y que conste que ya no la quiero, y tampoco la echo de menos, pero cuánto lo hice.