lunes, 13 de julio de 2015

# La mujer infinita.

Dicen que se han enamorado de ti por las risas que les naces y por el abrigo que son tus brazos. Dicen que besas bien y que tu carne es dulce y blanda como la nieve y el azúcar.
Dicen que aman tus manos dulces, tus ojos grandes, tu nariz pequeña y todos tus lunares. Dicen que quieren tu piel y tu acento y tu olor, y que ojalá tu sudor navegante.

Pero yo no, yo no me he enamorado de tu risa, ni de tu lengua, ni de tu pelo corto aterciopelado, no de los formatos de tu voz ni tus pies, ni de tu forma de marcar el ritmo pisando fuerte por las calles ni de tu letra, no de la caída del acero por tu pecho alrededor de tu cuello ni de tu ligereza.

Todos amando tu energía y tus misterios, tus dedos… Y yo tonta enamorada de tus vértices y tus montañas, loca por tus clavículas y tus uñas, loca por los huesos de tu cadera y por tus dientes, por cualquier lugar de ti donde poder anclarme como tú te me has clavado.

Yo buceando por tus lares en busca de tu ombligo o de tus palmas, de tus cuencas, de tus heridas, de allí donde poder hundirme sin escapatoria ni billete de vuelta a la cordura; puedo prometer y prometo, que volverme loca nunca había sido tan bonito, que si este amor es un defecto, no he encontrado en toda mi vida ninguna pasión más fuerte.

Todos amando tu anatomía,
yo buscando la eternidad.